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AY, NIÑO, ¿DÓNDE APRENDES ESAS COSAS?

  • marianotamagnini
  • 2 jun 2014
  • 2 Min. de lectura

Un día cualquiera, en un parque público. Aprovecho la hora y poco para comer y tomar algo el sol. Delante de mí, dos madres, conversando. El diálogo, algo así como sigue:

-Y sí, sabes que ella siempre fue una bruja, le borraría esa sonrisa tonta que tiene...​

-Mira, no te compliques la vida, la tía es una idiota, se sabe, pero hay que aguantarla, mejor no enfrentarla, además, hay unas cuantas en el grupo que la apoyan y la quieren así como es ella...

-¡No me digas que no le arrancarías la cabeza con esa mirada arrogante, por favor!

​En eso, dos niños pequeños (hijos respectivos de las dos mujeres) comienzan a insultarse y pegarse sin piedad. Las madres corren a separarlos y los levantan en el aire, enfadadas. Casi a dúo, reprenden sus modales a los gritos:

-¿Pero dónde aprenden a comportarse así, parecen macarras?

Uno de los niños llora, el otro le tiende la mano y al minuto, juegan otra vez, sin rencores.

- En fin, ¿qué te estaba diciendo? Ah, sí, de la impresentable ésa, es que a veces no puedo reprimir las ganas de patearle el culo, ¡qué quieres que te diga!

Mi tiempo de almuerzo llega a su fin.​​​​



Reflexión asociada:


"El ejemplo corrige mejor que las reprimendas".

Voltaire

Si de pequeños pudiéramos rescatar aprendizajes que nos legaran mejores costumbres, buenos modales, respeto a los demás y algo de amor incondicional, ¡qué bien nos lo pasaríamos luego!

Pero resulta que crecemos entre imprecaciones, insultos per se, malos deseos al prójimo, agresiones contenidas y furia verbal. Otra vez, como decía Gandhi, 'hay que ser el cambio que deseamos ver en el mundo' ¡y dejarnos de joder! (con perdón).

Pero por extrañas razones que la ciencia sabrá explicar, nos regodeamos en nuestros triviales odios, en actitudes ajenas que juzgamos de mala manera y en incontables horas de resentimiento y rabia. Y llevamos la mochila maloliente a la espalda, que huele rematadamente mal, que nos tuerce la columna, que espanta a nuestro entorno personal y nos aleja de lo que es en verdad importante para nosotros.

Para la siguiente ocasión, recuerda, no lo reprendas al crío, repréndete a ti mismo cuando observes, en tan tierna edad, algún comportamiento que refleje, ni más ni menos, tu propia identidad. ¿Lo harás, lo haremos?



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