EL VERDADERO VALOR DE LA FELICIDAD
- marianotamagnini
- 8 sept 2014
- 1 Min. de lectura
La felicidad, esa perla tan esquiva en los inquietantes tiempos que corren. Un concepto tan desigual para según qué persona, tan arbitrario e incomparable, y sin embargo, tan reconocible..., como en el vídeo que acompaña este post.
Ver la absoluta felicidad de un bebé que descubre un nuevo mundo a través de su recién adquirida audición es tan maravilloso que, aunque no poseamos un vínculo directo con él, no podemos menos que sentir algo de esa felicidad que emana de sus ojitos —y del resto de su familia que lo acompaña— en tamaña experiencia sensorial.
Si ya lo dijo Jane Porter, ‘la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte’. Y ese es su verdadero valor.
Reflexión asociada:
El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.
Johann W. Goethe
Esa sensación de bienestar, esa dicha, se trata, al fin, de comprender —además de compartir—, que en muchas ocasiones se pierden las pequeñas alegrías mientras se aguarda la gran felicidad. ¿O acaso esta familia no ha disfrutado de la bendición de la llegada de una nueva vida pese a los problemas auditivos congénitos? ¿No (lo) habrán besado, acariciado, jugado y extasiado hasta el cansancio, felices por el regalo de su presencia? ¿Existía algún impedimento por su sordera? ¡Claro que no!
Y en este caso, nunca mejor dicho, parafraseando a Marguerite Yourcenar, que nunca fue tan claro que toda felicidad es, sobre todo, inocencia.
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