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MIS EXPECTATIVAS... Y LAS DE LOS DEMÁS

  • marianotamagnini
  • 18 oct 2014
  • 2 Min. de lectura

A pocas horas de una sesión potente con una alta directiva, me quedo reflexionando acerca del extraño poder que le conferimos a nuestras expectativas... y de lo escaso de nuestra atención hacia las expectativas ajenas. Me explico.


Hace un tiempo contacté con un colega que hacía mucho que no veía. Es una persona encantadora, sociable, generosa, talentosa y excelente profesional. Quedamos un día para comer, luego el café... hasta que dieron las 10 (como diría Sabina), charlando de infinidad de temas que el tiempo sin vernos había enterrado.


Pasadas unas semanas, y con ganas de más, lo llamé para quedar otra vez. No obtuve respuesta. Le escribí sendos e-mail y Whatsapp... pero nada. Pensé que le había pasado algo, alarmado ante la falta de respuesta. Afortunadamente, al tiempo, recibí noticias suyas. A través de un escueto mensaje, me decía que no tenía tiempo en los próximos meses, que ya vería cuándo, que me diría algo... sin noticias hasta ahora.


Aquí es cuando el término de "expectativas" vino a mi rescate. Mi deseo de vernos, de hablar, de compartir experiencias, partía de mí, no de él. Y pese a ello, se comportó de manera entrañable. Pero eso era todo. Eso fue todo.


La reunión cubrió ampliamente mis expectativas pero, me temo, de alguna manera, frustró las suyas, las cuales, ignoro a día de hoy. Porque no me detuve a pensar en cuáles eran sus expectativas, qué esperaba mi colega de mí, de esa reunión después de tanto tiempo sin estar en contacto, de los resultados profesionales de la misma... o de lo que fuera.


Y ese es el interrogante... ¿Qué pasa con las expectativas de los demás sobre nosotros, con lo que creían y no ha sido, con lo que esperaban y no fue, o con lo que deseaban y no sucedió? Ocurre... el silencio, y con él, una buena oportunidad para pensar en entender más la perspectiva ajena y atenuar la propia.



Reflexión asociada:


"Las expectativas eran como la porcelana fina. Cuanto más fuerte te agarrabas a ellas, más probable era que se rompiesen".

Brandon Sanderson

Se conoce como expectativa (palabra derivada del latín exspectātum, que se traduce como “mirado” o “visto”) a la esperanza, sueño o ilusión de realizar o cumplir un determinado propósito. Cuando ese objetivo conlleva la interacción, la expectativa, forzosamente, se reduce al espacio de acción que queda delimitado entre ambas perspectivas. O lo que es lo mismo: ¿por qué deberían colmar mis expectativas o yo la de otros? Todo ese espacio gris de desconocimiento lo rellenan las decepciones, la marca por debajo del listón, las ilusiones fallidas.

Expectativas realistas, nos suelen decir cuando volamos alto. Tal vez todo se reduce a los resultados que dependan de uno mismo y a esperar que los demás nos sorprendan..., pero sin expectativas previas, claro.



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