HAY MIRADAS QUE MATAN... Y ADEMÁS, DAN MUCHA INFORMACIÓN
- marianotamagnini
- 28 oct 2014
- 4 Min. de lectura
Suelo ir a una empresa cada tres semanas. Como siempre, saludo a su recepcionista, a algunas personas que ya me conocen, y, al final, accedo a una planta superior, donde me encuentro con el director de área con quien estoy trabajando pero, de manera inexorable, debo franquear la entrada de su secretaria. Y cuando digo esto me refiero a soportar, estoico, su mirada inquisidora, implacable, férrea. Invariablemente, me mira de arriba a abajo, siempre, como un ritual sacralizado, hasta que nuestros ojos convergen y yo le digo, en un tono neutro, buenos días-qué tal-cómo ha ido la semana-qué harás de bonito este sábado..., pero nada, no he conseguido avanzar una minúscula partícula en su consideración personal. Incluso antes le daba los consabidos dos besos, pero como ella evitaba el contacto de forma ostensible (los llamados 'besos al aire'), opté por saludarla con la mano alzada, como si sostuviera una bandera blanca que proclamase paz y tranquilidad... pero no, es inmune a mis trucos sociales, es probable que sea una 'batalla' perdida, tal vez 'cuestión de química' u otros parámetros imposibles de cuantificar. Y entonces, luego de este eterno déjà vu, pasados unos interminables minutos en silencio que aprovecho para desconectar el móvil, resuena la voz de su jefe, que le ordena que me deje pasar.
A los que trabajamos como coaches se nos supone un dominio de las técnicas de interrelación, por eso del rapport, que es cuando dos o más personas sienten que están en “sintonía” psicológica y emocional (simpatía), porque se sienten similares o se relacionan bien entre sí. La teoría del rapport incluye tres componentes conductuales: atención mutua, positividad mutua y coordinación... nada de lo que se pueda ver en esta situación que os comento.
Pero veamos qué se puede rescatar de esto: me 'obliga' a ponderar el estilo de mi vestimenta, porque sé que la recorre de palmo a palmo; extrema mis sentidos, porque intento adivinar en cada experiencia las claves de su rechazo; me 'fuerza' a darlo todo para ejercer la sintonía por mí deseada, porque es como un reto a mis capacidades; me invita a reflexionar (más) sobre el lenguaje no verbal, porque produce el deseo de desentrañar las causas; y más cavilaciones, que podrían continuar hasta el infinito, pero no es el motivo de este post, claro. Porque incluso, recuerdo, que con su jefe comenzamos con mal pie, ya que al principio algo le disgustaba de mí -aunque ahora somos casi amigos-, y eso hizo que reconsiderara mi estilo de abordaje y discurso inicial de un proceso de coaching ejecutivo ante cada nuevo candidato; siempre se aprende de cada contacto personal, es una máxima que recomiendo, que aprendí de mi padre y me aplico a mí mismo, siempre.
Y de vuelta a esta pequeña anécdota, cuando ya estamos sentados frente a frente para dar inicio a la sesión, creo adivinar en mi cliente (y jefe de esta secretaria) que todo esto le divierte, diría que casi lo disfruta, y hasta aventuro que constituye para él una serena venganza a esas preguntas implacables que le formulo en ocasiones, quién sabe...
Reflexión asociada:
"Nunca he visto caras, porque he mirado a la gente en el ojo, sólo vi sus miradas".
Arnold Schönberg
Esta experiencia evidencia la importancia de cuidar al máximo todos aquellos aspectos ajenos al lenguaje sintáctico que intervienen en los procesos comunicativos, de gran relevancia en el ámbito empresarial, por sus implicaciones a todos los niveles.
Si queremos profundizar un poco más, vemos que se articulan en torno a tres ámbitos de estudio:
1) La kinesia. Este concepto hace referencia al análisis de los movimientos corporales, centrándose en los siguientes ítems:
a) La expresión facial
b) Los gestos (ya sean voluntarios o involuntarios).
c) La mirada (dirección de los ojos, frecuencia del contacto visual, dilatación pupilar, etc.).
d) La postura corporal.
e) La sonrisa (principal transmisor de empatía).
2) El paralenguaje (o paralingüística). Es la disciplina que incide en aquellas variables no sintácticas que condicionan el significado de las palabras. Son las siguientes:
a) El ritmo (o grado de fluidez verbal del discurso).
b) El tono (factor que revela la intencionalidad emocional del emisor).
c) El volumen (alude a la intensidad de la voz y, por consiguiente, a la actitud del hablante hacia su interlocutor).
Estos tres puntos, no obstante, no sólo se ocupan de analizar los sonidos, sino también los silencios, ya que éstos pueden llegar a albergar la misma carga semántica que los primeros.
3) La proxémica. Este término, acuñado en 1963 por el antropólogo estadounidense Edward T. Hall, se utiliza para designar las distancias físicas y mesurables que se establecen entre quienes participan en un proceso comunicativo concreto. La proxémica cuenta con dos áreas de interés fundamentales:
a) Comportamiento territorial (relacionado con al espacio vital que toda persona trata de procurarse y de defender ante posibles adversarios o usurpadores).
b) Espacio personal (es el entorno inmediato, y tiene que ver con la distancia que se establece entre dos o más personas, o bien con la presencia o ausencia de contacto físico entre los interlocutores).
Todo se trata, al fin, de (saber más de cómo) calibrar la comunicación. Hay muchos recursos disponibles para ello y aunque no puede garantizar el paraíso, sí puede 'minimizar los riesgos' y brindar un feedback inapreciable en este camino que emprendemos cada día. Y, como en mi caso con esta secretaria, todo comienza en una mirada.,.. aunque me gustaría, como dijo el poeta, que 'tu mirada sea un compendio de luz y alma', y no un 'vete fuera de mi vista'... :-) Pero ya se sabe, se evoluciona más ante cada experiencia que nos confronta.
PD: Gracias a mi amiga -y colega- Ángela Tejero que me proporcionó valioso material para este artículo.
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