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¿Y POR QUÉ NO?

  • marianotamagnini
  • 22 nov 2014
  • 1 Min. de lectura

En este mundo que parece, a menudo, corroído por el odio y la intransigencia, un vídeo que invita a la dulce sensación de dar por el simple hecho de entregarle algo a alguien con absoluto desapego, y sin esperar nada a cambio..., no constituye solo una utopía maravillosa que no requiere más que la predisposición a hacer el bien, es el grandioso sueño que late en muchas almas como la tuya... o la mía. ¿Entonces a qué esperamos?



La raíz escondida no pide premio alguno por llenar de frutos la rama.

Rabindranath Tagore

Una sociedad de espíritus nobles (como bien define mi amigo Allard, véase www.allarddejong.com) requiere de tres condiciones innegociables: amor, coraje y sabiduría.

Ejercer un acto de generosidad de dar, en efecto, conlleva esos tres factores implícitos, pero en ocasiones es sofocado por múltiples razones, difusas todas ellas, que nos impiden llevarlas a cabo con más frecuencia.

Esa sensación de compartir un fragmento de lo que tengo o soy genera inmensas satisfacciones, siempre, y potencia ese efecto inspirador de contribuir con pequeños actos a un mundo de mayor significado social, aunque permanezcamos encerrados en nuestro ámbito individual.

Decía la gran Teresa de Calcuta, no deis solo lo superfluo, dad vuestro corazón..., estaréis construyendo el cielo en la Tierra.

Y por cierto, no creas que en ocasiones ser generoso, desde tu función de responsabilidad, esté reñido con la obtención de tus objetivos. Pruébalo y me dices...




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