8 PRINCIPIOS PARA QUE TU VIDA FUNCIONE
- marianotamagnini
- 3 jul 2015
- 4 Min. de lectura

Hace casi tres años, se me ocurrió indagar —a través de diversas fuentes, como libros, clásicos, entrevistas a personajes célebres— cuáles eran los secretos para tener una buena vida, sí, lo que supone, por consenso general, una existencia equilibrada, exitosa, feliz. Hay mucha literatura al respecto.
Pero lo interesante del caso es que además le pregunté lo mismo a varios clientes —la mayoría altos directivos que triunfaban en su posición—, todos grandes profesionales con los que podía departir de tú a tú, con la confianza suficiente para plantear este interrogante, inquiriendo sobre los ingredientes de su fórmula personal. Todos, generosamente, saciaron mi curiosidad sin excepción (¡gracias desde aquí!).
Más tarde, tras el aluvión de frases que contenían inmensas perlas de sabiduría, me dediqué a compilar, comparar, cribar y homogeneizar las diferentes respuestas obtenidas. Para mi sorpresa más absoluta, no había diferencias significativas entre lo que me contaban los ejecutivos y lo que leía en mi propia investigación, tanto, que fui capaz de reducir a ocho principios básicos el producto final. ¿Cuáles eran?
Responsabilizarte por tu vida. El acto de hacerte cargo de todo lo que te ocurre, aun lo que consideres injusto, y ponerte en acción con intensidad y propósito, sin excusas que te detengan.
Entenderte a ti mismo y a los demás. El conocimiento profundo de los valores y creencias que sustentan tus actos y el respeto por los que sostienen al prójimo.
Determinar tu punto de partida. El conocimiento de cuál es tu condición actual, tus opciones y alternativas para emprender el camino hacia esa nueva vida que te has planteado.
Crear tu propio futuro. La proyección de cómo será tu vida en los siguientes años, imaginando una visión ideal de ti mismo, para generar las condiciones que lo hagan real.
Liberar tu potencial. Un universo de posibilidades que esperan ser lanzadas hacia un gran objetivo vital, la capacidad que tienes de moldear tu mundo para hacerlo realidad.
Actuar de manera decisiva. La acción como motor del cambio y los resultados esperados, una adecuada gestión del tiempo y una actitud de hacer lo que hay que hacer.
Perseverar hasta triunfar. La constancia en la resolución y el esfuerzo continuo para alcanzar el resultado propuesto pese a los obstáculos, con un compromiso pleno hacia la meta.
Crear relaciones excelentes. El foco dirigido en establecer y alimentar las interacciones con otras personas en cualquier ámbito de tu vida para llevarlas a un nivel más alto.
Sí, ya sé, todas estas listas son discutibles, punto de debates interminables, que pecan de un enfoque reduccionista y concepciones subjetivas y caprichosas, pero tienes que creerme, todo está condensado en estas ocho, ideas más o ideas menos (y no necesariamente en ese orden, porque algunas concurren de forma simultánea cuando estableces tu decisión), con lo imprescindible para que expreses y desarrolles tu misión en la vida para hacerla que funcione.
Y para refrendarlo, te cuento mi propia historia de forma breve:
Responsabilizarte por mi vida: un día dije que quería otra vida. No estaba mal la que tenía, pero deseaba más: nuevas experiencias, mayores desafíos, otras vivencias. Y me puse en marcha, con tantas dificultades y contratiempos como puedas imaginar, pero como expuse antes, no había excusas que valgan, el propósito mandaba.
Entenderte a ti mismo y a los demás: llegué a España y tuve que lidiar con la dura adaptación a una cultura similar, pero diferente. Ello me permitió descubrir un mundo nuevo (literal y figuradamente) y con ello, la obligada introspección para conocerme mejor, y entonces, conocer mejor a los demás. ¿O iba a esperar que me quisieran solo por haber cruzado el océano? Las cosas no funcionan así, chaval.
Determinar tu punto de partida: ergo, saber dónde estaba, con qué recursos contaba (no hablo solo de lo económico) para iniciar el camino de mi proyección personal y profesional, y ponerme en marcha sin demora. ¿A qué iba a esperar?
Crear el propio futuro: aquí se trataba de dar el paso hacia ‘el primer día del resto de mi vida’; qué iba a hacer, qué necesitaba, qué tenía y qué no, cómo cubrir las carencias, sostener el proyecto vital sin descuidar ninguna de los elementos en juego (‘ser ecológico’, en la jerga), etc.
Liberar tu potencial: sé que suena bonito esto, que en ocasiones parece extraído del índice de un manual de autoayuda, pero créeme, la capacidad que tienes para construir esa vida soñada es inmensa, las limitaciones son nuestras, es aventurarse hacia lo imposible, como diría Clarke. Y aquí podría contar mil experiencias que me hacían cuestionar todo esto, pero la curiosidad por saber hasta dónde podía (¡puedo!) llegar era más fuerte.
Actuar de manera decisiva: el celebérrimo ‘plan de acción’, la hoja de ruta y la actitud adecuada para hacer lo que hay que hacer. Aquí sigo corrigiendo sobre la marcha, continúo aprendiendo y reflexionando a cada paso. ¿Fácil? ¡Claro que no! Pero estimulante…
Perseverar hasta triunfar: la auto exigencia de persistir, de demostrar(te) que la decisión que has tomado cuenta con el consenso de tu corazón, de tu alma y de tu ser. Es un ‘no parar’, es un cuestionamiento permanente, es una exigente prueba de triatlón (cuerpo, mente, emoción) que pone a prueba tu resistencia a todos los niveles. ¿O acaso la vida no lo es? Me lo digo casi cada día...
Crear relaciones excelentes: la habilidad de relacionarte, de trascender las diferencias, de ver la grandeza del otro, de nutrirte de las experiencias y conocimientos de la gente con la que te relacionas. Aquí, suelo decir, ha valido la pena el cambio, con tantas personas maravillosas que he conocido… y conoceré.
Se me ha hecho largo el post, mis disculpas. Pero a cambio, y confía en mí, posees un mapa del tesoro. Ahora ve y encuentra el tuyo :-).
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